Con el desconfinamiento, los centros de trabajo, los comercios, los
lugares de ocio e incluso las playas se están adaptando para cumplir con
las medidas de prevención y evitar el contagio por el coronavirus
SARS-CoV-2. Esto también incluye a los centros educativos, algo que han analizado investigadores del Smart Classroom Project de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), quienes han diseñado un decálogo pedagógico respetando las medidas de higiene y el distanciamiento físico.
«Está pensado para iniciar una reflexión sobre cómo entendemos el espacio de aprendizaje de los centros educativos en cualquier nivel, desde infantil hasta la universidad, y cómo lo vamos a adaptar en esta situación excepcional —y esperemos que transitoria—», explica Guillermo Bautista, miembro del proyecto y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Entre las medidas, los investigadores proponen educar a los estudiantes para usar el espacio, es decir, explicarles la importancia de mantener las distancias y las normas de higiene pero sin perder los hábitos de relación y contacto interpersonal (por ejemplo, saludándose con los codos).
Más espacios y contacto visual
En esta línea, los autores plantean aligerar el espacio eliminando mobiliario y
utilizando lugares que antes no se destinaban a sitios de aprendizaje
(pasillos, salas de tutoría, porches o patios). A la hora de organizar
la disposición de las mesas, es preferible que sea de forma circular o semicircular en
grupos pequeños o grandes, para favorecer el contacto visual entre todo
el alumnado y también con el profesorado, teniendo en cuenta el uso de
mascarillas a partir de una determinada edad.
«La mascarilla provoca perder una parte importante de
la comunicación interpersonal, de la expresión y la comunicación no
verbal, por eso es importante usar las manos para gesticular y fomentar
la expresión de sentimientos y emociones con el lenguaje verbal»,
describe Bautista. En ese sentido, los investigadores proponen potenciar
al máximo la conexión visual, dejando las puertas abiertas y eliminando las barreras físicas.
Dentro del aula, el decálogo plantea que se potencie el trabajo autónomo
de los estudiantes, fomentando las preguntas y la reflexión, siempre
manteniendo las distancias. Los docentes pueden dividir la clase en diferentes grupos y resolver dudas con cada uno de ellos de forma independiente.
Para evitar aglomeraciones, los horarios tendrían que
flexibilizarse, tanto la entrada como la salida, y también los momentos
de descanso. «Desde los más pequeños hasta los mayores, la clave es,
poco a poco, ir creando una cultura de uso del espacio que sea adecuada a
las necesidades actuales», subraya el investigador. En este nuevo
escenario resulta imprescindible potenciar la comodidad y el movimiento controlado del alumnado.
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