viernes, 19 de junio de 2020

¿Cómo deben ser los espacios y los entornos virtuales con la vuelta a los colegios?

Con el desconfinamiento, los centros de trabajo, los comercios, los lugares de ocio e incluso las playas se están adaptando para cumplir con las medidas de prevención y evitar el contagio por el coronavirus SARS-CoV-2. Esto también incluye a los centros educativos, algo que han analizado investigadores del Smart Classroom Project de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), quienes han diseñado un decálogo pedagógico respetando las medidas de higiene y el distanciamiento físico.
«Está pensado para iniciar una reflexión sobre cómo entendemos el espacio de aprendizaje de los centros educativos en cualquier nivel, desde infantil hasta la universidad, y cómo lo vamos a adaptar en esta situación excepcional —y esperemos que transitoria—», explica Guillermo Bautista, miembro del proyecto y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Entre las medidas, los investigadores proponen educar a los estudiantes para usar el espacio, es decir, explicarles la importancia de mantener las distancias y las normas de higiene pero sin perder los hábitos de relación y contacto interpersonal (por ejemplo, saludándose con los codos).

Más espacios y contacto visual
En esta línea, los autores plantean aligerar el espacio eliminando mobiliario y utilizando lugares que antes no se destinaban a sitios de aprendizaje (pasillos, salas de tutoría, porches o patios). A la hora de organizar la disposición de las mesas, es preferible que sea de forma circular o semicircular en grupos pequeños o grandes, para favorecer el contacto visual entre todo el alumnado y también con el profesorado, teniendo en cuenta el uso de mascarillas a partir de una determinada edad.
«La mascarilla provoca perder una parte importante de la comunicación interpersonal, de la expresión y la comunicación no verbal, por eso es importante usar las manos para gesticular y fomentar la expresión de sentimientos y emociones con el lenguaje verbal», describe Bautista. En ese sentido, los investigadores proponen potenciar al máximo la conexión visual, dejando las puertas abiertas y eliminando las barreras físicas.
Dentro del aula, el decálogo plantea que se potencie el trabajo autónomo de los estudiantes, fomentando las preguntas y la reflexión, siempre manteniendo las distancias. Los docentes pueden dividir la clase en diferentes grupos y resolver dudas con cada uno de ellos de forma independiente.
Para evitar aglomeraciones, los horarios tendrían que flexibilizarse, tanto la entrada como la salida, y también los momentos de descanso. «Desde los más pequeños hasta los mayores, la clave es, poco a poco, ir creando una cultura de uso del espacio que sea adecuada a las necesidades actuales», subraya el investigador. En este nuevo escenario resulta imprescindible potenciar la comodidad y el movimiento controlado del alumnado.

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