La maternidad está experimentando una transformación profunda en Europa. Cada vez más mujeres eligen posponer el momento de tener hijos,
una tendencia impulsada por cambios en los estilos de vida, el mercado
laboral y las estructuras familiares. Sin embargo, esta elección
conlleva también nuevos retos médicos y biológicos.
La edad media para tener el primer hijo supera ya los 31 años en países como España (31,6 años),
Italia (31,8) o Irlanda (31.6), según datos de Eurostat. Esta evolución
está estrechamente ligada a la búsqueda de estabilidad económica, el
desarrollo profesional y la limitada disponibilidad de políticas
efectivas de conciliación entre trabajo y vida familiar.
Crisis de la natalidad en España
En España, la edad en la que las mujeres tienen su primer hijo está por encima de la media europea (31,1). De hecho, el 39,8% de los nacimientos registrados en 2024 son de madres mayores de 35 años. Además, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de fecundidad se situó en 1,19 hijos por mujer en 2023, una de las más bajas de la UE y lejos del nivel de reemplazo generacional (2,1).
Por otro lado, los expertos en fertilidad de Instituto Bernabeu estiman que cerca del 20% de las parejas en edad reproductiva tienen problemas de fertilidad.
Actualmente, la medicina reproductiva ayuda a un número destacado y
creciente de personas que desean tener un hijo y no lo consiguen de
manera natural. Cada año se realizan más de 167.000 ciclos de
fertilidad, según los últimos registros de la SEF, situando al país como
líder europeo en este campo y representando casi el 12% de los
nacimientos en España.
Un
estudio reciente de la Unión Europea identifica cuatro factores clave
que explican el descenso de la natalidad en el continente:
Inseguridad económica: El desempleo masculino y la precariedad laboral femenina correlacionan con menores tasas de fertilidad.
Conciliación insuficiente: El acceso limitado a servicios de cuidado infantil de calidad frena las decisiones reproductivas.
Apoyo económico reducido: Las ayudas directas, como permisos remunerados o transferencias financieras, tienen un efecto limitado.
Factores personales: La edad, el nivel educativo y las expectativas sobre la maternidad influyen de forma decisiva.
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